EL TSUNAMI QUE VIENE
Spain is different. Durante esta semana diversos medios de comunicación han resaltado las excelencias de la Banca española y han asegurado que está limpia de polvo y paja. Aquí no pasa nada. Hemos hecho bien los deberes, estamos adecuadamente provisionados y los productos tóxicos americanos apenas nos han afectado.
¿Estamos realmente a salvo?
Es cierto que nuestro sistema financiero ha estado muy bien tutelado por el Banco de España que, escarmentado de anteriores crisis, tenía atadas en corto a las entidades financieras, también lo es que éstas no han adquirido cantidades importantes de las dichosas subprime, pero ¿nos va a librar eso del tsunami financiero?
El foco de infección partió de Estados Unidos, las subprime o hipotecas de alto riesgo, son préstamos concedidos a sujetos de escaso poder adquisitivo, que podrían hacer frente a los pagos siempre que: el precio de la vivienda continuase en ascenso, los tipos permanecieran en los niveles de adquisición y el mercado de trabajo se mantuviera robusto. Los emisores eran conscientes de que alguna de estas premisas podía fallar, por ello titulizaron dichas hipotecas y las incluyeron en paquetes junto con deuda de primera calidad que colocaron por todo el mundo sin que las entidades compradoras prestaran demasiada atención al “regalito” que incluían. No hubo que esperar mucho para comprobar que ciertamente alguna premisa iba a fallar, pero nadie contaba con que lo hicieran las tres y a gran velocidad: los precios de la vivienda se vinieron abajo estrepitosamente, los tipos de interés se movieron al alza y el mercado de trabajo comenzó a debilitarse. De repente los compradores se dieron cuenta de lo que habían adquirido y de las consecuencias que podía acarrear, pero aún había algo más: nadie sabía cuantos de estos regalitos tenía cada cual. La desconfianza entre las entidades acabó por hacer desaparecer el mercado interbancario, sin liquidez el engranaje se paralizó, el pánico llegó cuando se hizo evidente que no había contrapartida para los envenenados paquetitos a ningún precio, sencillamente era imposible hacerlos líquidos. La bola creció tan rápido y de tal manera que en pocos meses ya teníamos a algunas de las más grandes entidades estadounidenses contra las cuerdas. Lo demás ya es sabido por todos.
¿Y en España? Bien, aquí no tenemos “regalitos americanos” pero.... Durante seis o siete años hemos tenido un mercado inmobiliario en expansión como en ningún otro país. La franja de población entre veinte y cuarenta y cinco años se lanzó enloquecida a la caza y captura de una vivienda que subía año tras año, contratando hipotecas de por vida a precios de especulación, en una sociedad donde hay un cincuenta por ciento de mileuristas y cuatro millones de inmigrantes , no es necesario cavilar demasiado para saber donde están muchas de esas hipotecas y qué puede pasar con ellas. ¿Son dichas hipotecas subprime? Pónganles el nombre que quieran pero nadie puede negar que son de alto riesgo. Como dichas hipotecas no están titulizadas a la americana, el problema no se ha presentado con la misma celeridad, aquí no hay un titulo que nadie quiere comprar, pero el fondo es el mismo: las viviendas han bajado, el euribor ha subido, y el paro ha aumentado. Los más débiles ya han empezado a dejar de pagar, otros se las van arreglando de una forma u otra, pero con el empeoramiento de la economía, la falta total de financiación y el desempleo creciendo a razón de tres mil personas al día, es evidente que tarde o temprano empezaran los impagos en masa. Por si alguien no lo recuerda, hemos estado construyendo más de quinientas mil viviendas por año y en el ejercicio en el que los precios hicieron máximo se levantaron ochocientas mil, más que la suma de todas las que construyeron entre Alemania, Francia e Italia. ¿Quien dio esos préstamos? ¿quién los va a pagar?
Nuestro tsunami viene con retraso, una gigantesca ola de morosidad se está alzando lentamente, a la antigua, sin ingeniería financiera, pero tan efectiva y poderosa como la que más. A quien le corresponda actuar, debería empezar a hacerlo ya.
6 de octubre de 2.008
Spain is different. Durante esta semana diversos medios de comunicación han resaltado las excelencias de la Banca española y han asegurado que está limpia de polvo y paja. Aquí no pasa nada. Hemos hecho bien los deberes, estamos adecuadamente provisionados y los productos tóxicos americanos apenas nos han afectado.
¿Estamos realmente a salvo?
Es cierto que nuestro sistema financiero ha estado muy bien tutelado por el Banco de España que, escarmentado de anteriores crisis, tenía atadas en corto a las entidades financieras, también lo es que éstas no han adquirido cantidades importantes de las dichosas subprime, pero ¿nos va a librar eso del tsunami financiero?
El foco de infección partió de Estados Unidos, las subprime o hipotecas de alto riesgo, son préstamos concedidos a sujetos de escaso poder adquisitivo, que podrían hacer frente a los pagos siempre que: el precio de la vivienda continuase en ascenso, los tipos permanecieran en los niveles de adquisición y el mercado de trabajo se mantuviera robusto. Los emisores eran conscientes de que alguna de estas premisas podía fallar, por ello titulizaron dichas hipotecas y las incluyeron en paquetes junto con deuda de primera calidad que colocaron por todo el mundo sin que las entidades compradoras prestaran demasiada atención al “regalito” que incluían. No hubo que esperar mucho para comprobar que ciertamente alguna premisa iba a fallar, pero nadie contaba con que lo hicieran las tres y a gran velocidad: los precios de la vivienda se vinieron abajo estrepitosamente, los tipos de interés se movieron al alza y el mercado de trabajo comenzó a debilitarse. De repente los compradores se dieron cuenta de lo que habían adquirido y de las consecuencias que podía acarrear, pero aún había algo más: nadie sabía cuantos de estos regalitos tenía cada cual. La desconfianza entre las entidades acabó por hacer desaparecer el mercado interbancario, sin liquidez el engranaje se paralizó, el pánico llegó cuando se hizo evidente que no había contrapartida para los envenenados paquetitos a ningún precio, sencillamente era imposible hacerlos líquidos. La bola creció tan rápido y de tal manera que en pocos meses ya teníamos a algunas de las más grandes entidades estadounidenses contra las cuerdas. Lo demás ya es sabido por todos.
¿Y en España? Bien, aquí no tenemos “regalitos americanos” pero.... Durante seis o siete años hemos tenido un mercado inmobiliario en expansión como en ningún otro país. La franja de población entre veinte y cuarenta y cinco años se lanzó enloquecida a la caza y captura de una vivienda que subía año tras año, contratando hipotecas de por vida a precios de especulación, en una sociedad donde hay un cincuenta por ciento de mileuristas y cuatro millones de inmigrantes , no es necesario cavilar demasiado para saber donde están muchas de esas hipotecas y qué puede pasar con ellas. ¿Son dichas hipotecas subprime? Pónganles el nombre que quieran pero nadie puede negar que son de alto riesgo. Como dichas hipotecas no están titulizadas a la americana, el problema no se ha presentado con la misma celeridad, aquí no hay un titulo que nadie quiere comprar, pero el fondo es el mismo: las viviendas han bajado, el euribor ha subido, y el paro ha aumentado. Los más débiles ya han empezado a dejar de pagar, otros se las van arreglando de una forma u otra, pero con el empeoramiento de la economía, la falta total de financiación y el desempleo creciendo a razón de tres mil personas al día, es evidente que tarde o temprano empezaran los impagos en masa. Por si alguien no lo recuerda, hemos estado construyendo más de quinientas mil viviendas por año y en el ejercicio en el que los precios hicieron máximo se levantaron ochocientas mil, más que la suma de todas las que construyeron entre Alemania, Francia e Italia. ¿Quien dio esos préstamos? ¿quién los va a pagar?
Nuestro tsunami viene con retraso, una gigantesca ola de morosidad se está alzando lentamente, a la antigua, sin ingeniería financiera, pero tan efectiva y poderosa como la que más. A quien le corresponda actuar, debería empezar a hacerlo ya.
6 de octubre de 2.008