30 de agosto de 2.009
En abril de 1.998 gestionaba un fondo de renta variable que contaba con un año de vida y ya tenía unos ratios espectaculares. El mercado transitaba por su cuarto ejercicio de subidas consecutivas acelerando una tendencia alcista que duraba lustros. A pesar de que no había ninguna señal técnica que indicara la más mínima debilidad llevaba dos días inquieto, sin poder dormir bien. La tercera noche la pasé absolutamente en blanco, cuando llegó el nuevo día estaba tan cansado que no pude ir al despacho. Antes de comenzar la sesión llamé indicando precios de venta para toda la cartera. A mediodía se había vendido el 80%, no quise aguantar más: deshaced el resto al mercado. Diez minutos después supe que no teníamos una sola acción, me dormí inmediatamente.
En la siguiente sesión el mercado se giró y descendió un 15% en un mes, después se volvió y comenzó a ascender hasta llegar de nuevo, a finales de julio, al mismo nivel de abril, el 11.000 del Ibex. Entonces supe que había intuido la formación de un gran “murciélago”. La figura que tanto había estudiado se estaba desarrollando ante mis ojos. En la reunión matinal que tenía con mis colaboradores les expliqué lo que significaba. Vamos a caer a plomo hasta el 7.000, después haremos máximos de nuevo, y finalmente perforaremos el 7.000 ampliamente.
¿Vamos a caer cuatro mil puntos en pleno verano, qué va pasar? me preguntaron. “No tengo ni idea, pero los gráficos ya lo saben” A mediados de agosto el mercado descendía poco a poco cuando de repente se produjo la sorpresa, los rusos amenazaban con no pagar su deuda. El último día de septiembre el Ibex tocó mínimo en 6.885 y comenzó a subir, a finales de año ya había recuperado prácticamente todo, de nuevo en 11.000.
¿Y ahora qué? me preguntaron cuando planeábamos las estrategias para 1.999. “Una gigantesca onda plana, vaivenes arriba y abajo, durante años” respondí. ¿Cuántos? “Diez, quizá quince”
Hará un par de semanas comimos juntos y recordamos esto que les he contado. Sonreímos cuando fuimos conscientes de que once años después estábamos en el mismo sitio, el 11.000 del Ibex.
He querido hacerles esta introducción para que puedan entender con mayor facilidad lo que ha pasado en esta última década y lo que puede suceder en los próximos años. Intentemos esbozar “el mapa del tesoro”
Decía en el artículo “Bienvenidos a Radar Market”, que las ondas se sienten y después se cuentan. Desde 1.998 no he vuelto a estar invertido al 100%. Por más que hayan cambiado los escenarios jamás he sentido ese “feelling” que se tiene cuando empieza una tendencia alcista pura, esa seguridad y confianza que se producen cuando existe la certeza de que el mercado va a subir respaldado por unos fundamentos económicos sólidos y expansivos, basados en la creación de valor y en la productividad real que te hace saber que los precios son baratos y el recorrido al alza inmenso y prolongado.
En los mercados alcistas verdaderos, como el que se produjo hasta el 98, el noventa y cinco por cien los valores se mueven al unísono, unos suben más que otros, el dinero rota de sector en sector, de valor en valor , pero todos ofrecen importantes plusvalías y sus negocios mejoran trimestre tras trimestre, el único quebradero de cabeza es salir del valor que está cansado para subirse a otro más veloz.
Los veteranos estarán de acuerdo conmigo en no haber tenido esa sensación en toda una década.
¿Qué ha pasado entonces en estos años? Veamos.
En 1.998 se acaba el verdadero impulso alcista general. La primera corrección se desata a una velocidad y con una profundidad espeluznantes, la deuda rusa hace caer al Ibex hasta 7.000 en unas semanas, valores como Santander y BBVA pierden dos tercios de su valor. Pero lo esencial es que Long-Term Capital, un hedge fund de multimillonarios y figuras relevantes de la finanzas con cargos en Wall Street, dirigido por premios Nobel, queda al borde de la quiebra. El señor Greenspan y un buen número de banqueros afectados personalmente, hacen un pacto para arreglar el desaguisado. Comienza así una teparapia de inyección de liquidez, que se ha utilizado constantemente en los últimos tiempos cada vez que se ha producido un episodio de crisis, provocando burbujas en cadena e impidiendo que los mercados se desarrollen de forma natural, en otras palabras, una política de eliminar los síntomas que no cura al paciente y le introduce en una larga convalecencia con graves efectos secundarios.
Aquel excedente de dinero se dirige inmediatamente al único sitio posible, al mercado con más futuro, el tecnológico. La aproximación del nuevo milenio, y el anuncio de maravillosas innovaciones que cambiaran el mundo, concentra todas las compras. Mientras el resto de valores se queda en el fondo de los gráficos, los tecnológicos se revalorizan vertiginosamente. En unos meses Telefónica escala un 200%, Deutsche Telekom sobrepasa los 100 euros, France Telecom los 200 (hoy ambas a la décima parte) y eso en los valores más pesados, en los pequeños, como Terra (finalmente liquidada a 3) se alcanzan los 157. La lista es interminable, baste este dato, el Nasdaq pasa de 50 en 1.975 a 5.000 en el 2.000, cuatrocientos por cien de revalorización anual durante 25 años ¿les extrañaría que siga cayendo?
A pesar de la burbuja tecnológica los índices hacen máximos muy cortos, el resto de valores no quiere secundar la subida, dejando en evidencia que estamos ante una onda B y que a continuación volveremos a descender. El Ibex por ejemplo, incluso con la gran ponderación de Telefónica, sólo alcanza el 13.000 cuando el anterior máximo había sido de 11.000.
Celebrado el cambio de milenio se produce la vuelta a la realidad y el comienzo de la onda C, como ya había anunciado el murciélago del 98, el Ibex desciende hasta tocar un mínimo por debajo del 7.000, exactamente el 5.400 en marzo del 2.003.
Para entonces ya se había producido el ataque a las torres gemelas y estaba a punto de comenzar la guerra de Irak. Por ello, desde la Reserva Federal se habían llevado un política de tipos de interés a la baja que acabarían en niveles nunca vistos. Me resultaba extraña una corrección limitada a cinco años y seguía sin sentir el “feelling”, pero había que ser muy ciego para no darse cuenta de que aquellos precios y aquella liquidez sólo podían llevarnos hacia arriba. Además los gráficos ofrecían una cuenta perfecta: onda A 11.000-7.000, onda B 7.000-13.000, onda C 13.000-5.400. El once de marzo a las tres de la tarde mi voz interior me gritó: ¡compra! Le hice caso, pero sólo con el cincuenta por cien, algo fallaba.
Cuando llegó la primera corrección a mediados del 2.004 supe de dónde provenía mi desconfianza. La primera onda alcista tenía tres tramos. Era evidente que estábamos ante otra onda de rebote ¿Cómo? Estuve dándole vueltas durante meses hasta que encajó el puzzle. Las conclusiones quedaron reflejadas en el artículo “El ciclo intenta ajustarse” de marzo de 2.005 que he recuperado para este blog. Tanta burbuja y tanta liquidez habían descabalado el ciclo. Mientras los índices tecnológicos lo había consumado, otros valores habían permanecido planos, haciendo la onda cuatro, a la espera de que regresara el dinero para completar su quinta onda. Así del 2.003 al 2.007 la tecnología no hizo más que un débil movimiento de rebote, mientras que constructoras, inmobiliarias, eléctricas, índices emergentes, las empresas de mediana y pequeña capitalización y las materias primas, hacían su quinta. El exceso de liquidez provocó varias burbujas especulativas al mismo tiempo. Cuando llegamos al 2.007 se había producido la primera parte del ajuste, el que corresponde al alza, unos valores concluían su B mientras otros concluían su quinta. Ahora todos podían comenzar a descender a la vez. ¿Y con los índices qué había pasado? Los más equilibrados como el S&P o el Dax habían mezclado estas dos corrientes haciendo una doble techo perfecto en los mismos máximos del 2.000. Los que tenían más peso tecnológico como el Eurostock se habían quedado muy lejos, los de menos, como el Dow o el Ibex, habían superado los máximos en un 20%. Los puramente tecnológicos habían realizado una B muy débil, no recuperaron ni el 50% de la caída. Los que no tenían ningún componente tecnológico alcanzaron máximos contundentes, una verdadera onda quinta. Está es la razón por la que los índices de países emergentes con abundancia de materias primas y crecimiento real, no sólo financiero, los BRIC, han liderado las subidas y las recuperaciones en contra de lo que solía ser habitual.
Es pues en el 2.007 cuando comienza la verdadera tendencia bajista, nueve años después del final del impulso alcista general. Como toda onda C, su llegada fue devastadora, en sus primeros compases ya había pánico generalizado y grandes empresas quebraban de la noche a la mañana. El primer movimiento bajista hasta marzo de 2.009 (20 meses) se llevó más del cincuenta por ciento en la mayoría de índices. Ahí llegó el rebote en el que estamos actualmente.
Cuando anuncie la llegada de un mercado de osos en Junio de 2.007, lancé como primera hipótesis, la vuelta al 5.400 del Ibex en el 2.012. El 5.400 porque era el final de la onda A y el 2.012 porque si la onda A había durado 5 años (1.998-2.003) lo normal es que la C durara otros cinco (2.007-2.012). Dos años después sigo creyendo que es factible.
Este rebote épico que está en marcha está haciendo dudar a muchos analistas que van con el pie cambiado una y otra vez repitiendo sin parar que nadie sabe lo que va a pasar y que jamás habían asistido a un mercado más complicado. Y tienen razón, estas ondas son las más difíciles.
¿Qué es lo que les confunde?
Básicamente que algunos índices y valores han rebotado tanto que ya no parecen compatibles con una tendencia bajista, mientras que la situación económica es aún tan débil que no encaja con una tendencia alcista.
¿Y cual es la explicación?
Que tenemos en acción dos tipos de bajada que tienen que sincronizarse para encontrar al mismo tiempo un suelo común que ajuste el ciclo y permita la confección de un nuevo mercado alcista.
Los valores e índices que hicieron onda B en el 2.007 tienen que descender en cinco impulsos, de estos ya han realizado tres y ahora están en el cuarto, verán en sus gráficos que el rebote es más débil, sin superponerse con la parte baja de la onda 1.
Mientras, los que hicieron onda 5 en el 2.007 tienen que hacerlo en tres (A-B-C). De estos ya han hecho A (en tres movimientos) y están realizando B, por lo que pueden recuperar mucho más que los otros, llegando incluso cerca de los máximos otra vez. Verán en sus gráficos que han rebotado tanto que parece el inicio de una nueva tendencia alcista.
¿Y a continuación qué?
El ajuste definitivo, onda bajista final para todos. Para los primeros la quinta de C, para los segundos la C completa.
Por tanto, acabada la onda actual de rebote, nos espera un último impulso bajista, ese que, como ocurre en todos los finales de ciclo, hace desaparecer muchos de los valores que ahora ven en los periódicos, y que pondrá de manifiesto que toda la liquidez del mundo no puede impedir que los mercados vuelvan a su cauce natural tarde o temprano. El paciente necesita cada vez dosis más elevadas (cantidades de dinero colosales) y además no acaba de restablecerse. Llevamos una década amontonando sacos de billetes cuando se desborda el río y conteniéndolo momentáneamente, ahora habrá que dejar que vaya hasta donde tenga que ir.
Hasta donde llegará la caída y en cuanto tiempo se producirá exactamente son asuntos que habrá que ir perfilando según se desarrollen. Lo que sí se puede adelantar es que una crisis de está envergadura no se puede solventar en 20 meses, y que sus efectos, aún muy limitados, invitan a pensar que habrá segunda parte. Que hay síntomas de mejoría y que se han puesto muchos parches con las cantidades históricas de dinero aportado es cierto, que parece difícil que dada la situación actual se pueda producir un empeoramiento tan severo, también. Podríamos preguntarnos entonces ¿qué va a pasar para que se produzca dicha caída? “No tengo ni idea, pero los gráficos ya lo saben” Quizá haya que empezar a considerar asuntos que no sean puramente económicos.
La actual subida se está desarrollando en tres tramos y por tanto hay que calificarla de rebote, ya se han consumado la onda a, b y los movimientos 1, 2 y parte del 3 de c, quedan por tanto parte del 3, 4 y 5 de c. Después vendrá el giro. La duda es si acabada la onda de rebote, comenzará el impulso bajista de forma inmediata o si habrá unos meses de congestión. Si el suelo se produjese en el 2.012 el futuro movimiento debería ser lento y pesado. De cualquier forma la igualdad de ondas no es más que una pura hipótesis que debe ser confirmada. La otra posibilidad a tener en cuenta, es la de considerar el final de ciclo en el máximo del 2.000, en ese caso la onda A hubiera durado 37 meses, lo que nos daría un suelo en el verano del 2.010 y un dinámica mucho más rápida. Los próximos meses serán cruciales para perfilar el escenario.
Las revalorizaciones explosivas que están experimentando los pequeños valores en las últimas sesiones son señal de que el movimiento está maduro y aunque sus gráficos indican que aún hay recorrido evidencia que el techo de mercado está próximo en el tiempo.
Sólo si el S&P consiguiese alcanzar el mínimo de la onda uno, lo que es altamente improbable, habría que rehacer el planteamiento. Aún así estoy convencido de que no estaríamos ante un mercado alcista, si no ante nuevas ondas planas, similares a las ocurridas entre 1.966 y 1.982, que retrasaría el desenlace unos cuantos años más.
Una última reflexión, el 5.400, onda A anterior, es un objetivo de referencia, esto no quiere decir que no se pueda descender más. De hecho el S&P ya lo ha alcanzado con la onda tres. Recuerden que estamos en la corrección de un gran ciclo alcista que ha durado décadas.